Mi madre encontró la grabación. Entré a su dormitorio y me miró interrogativa. Tomó en su mano el despertador y me preguntó sin tapujos. Por su expresión adiviné lo que había escuchado. No era más que un fragmento de emisión de radio sobre sexualidad humana. No estaba disgustada pero se mostró ruborizada por aquél hallazgo.
Sin darle más importancia le expliqué que programé y registré un trozo de emisión por encontrarme ausente aquél día, recordando que su despertador tenía la función de grabar. El archivo de audio quedó allí por mucho tiempo, yo misma me olvidé por completo de su existencia hasta ese momento. Más tarde recordé haber hecho la misma operación con otros programas que tras escucharlos borraba sistematicamente. Accidentalmente quedó el registro que mi madre perpleja encontró aquella mañana.

Conchas, granate y acero.
El recipiente de transformación, la flor, la unión de las reunidas Core y Deméter, Isis o las diosas lunares en las que el lado luminoso vence a la noche en su propia oscuridad, son todas ellas expresiones de esta Sofía, la suprema sabiduría femenina. (Erich Neumann, La Gran Madre).